Por Alejandra Pizarro
El número 3 de una 3era edición
“Cuando era pequeña mi mamá siempre me decía: “Cuento hasta tres, Alejandra”, y nunca decía qué iba a hacer si llegaba al tres, aunque sonaba amenazante. Generalmente, pedimos, tenemos o buscamos tres opciones para cualquier situación de nuestro día a día y muchas veces nos vamos con la idea de que “a la tercera va la vencida”.
En una onda de realismo mágico, aquel martes me sumergí en la pizarra de acrílico y en cinco minutos creí que había encontrado la inspiración divina. Ya había tratado de conseguir las respuestas de la vida en los pizarrones de los fríos salones en los que presentamos las pruebas de admisión para la universidad. De hecho, la primera vez que lo intenté –en uno de la UNIMET– me quedé mirando el blanco acrílico por casi quince minutos en una suerte de trance intelectual –que en verdad fue menos intelectual que trance–, mientras trataba de descifrar cómo se suponía que entraría a la universidad volteando diez benditos cubos wannabe 3D que estaban impresos en una planísima hoja de papel.
La segunda vez, gracias a Hegel, fue que entendí lo útil que es una pizarra de acrílico. Necesitaba un norte al cual acudir para que el profesor ignorara la separación “cuerpo-alma” que estaba sufriendo en ese momento. Ese día de verdad que pensé en la vida, en mi vida, y en todo lo que se puede pensar en cinco minutos y, de repente, me pregunté lo que me tardaría tres años en volver a retomar; fue Hegel, con todo ese cuento de la dialéctica, la tesis, la antítesis y la consecuente síntesis lo que me hizo volver sobre mis pasos perdidos y pensar… pensar… pensar… De repente, me pregunté –así: sin anestesia, ni coherencia–: ¿por qué la mayoría de las cosas vienen en grupos de tres?
Cuando era pequeña mi mamá siempre me decía: “Cuento hasta tres, Alejandra”, y nunca decía qué iba a hacer si llegaba al tres, aunque sonaba amenazante. Generalmente, pedimos, tenemos o buscamos tres opciones para cualquier situación de nuestro día a día y muchas veces nos vamos con la idea de que “a la tercera va la vencida”.
Ya llevamos tres ediciones, tres eventos y tres números de Ojo. Les cuento un secreto: lo del tres no es casualidad, ni me lo inventé. Eso sí, dicen que la verdad es subjetiva; por ende, no sé qué tan verdadera sea esa verdad que conseguí en aquella pizarra de acrílico, pero, en fin, el cuento corto comienza así:
Existió un psicólogo tan importante como Freud, pero quizá no tan conocido, llamado Carlos Gustavo Jung. Aunque Jung fue, de hecho, discípulo de Freud, discrepaba sobre algunas de las teorías de su tutor –como las del complejo de Edipo y de Electra y las etapas anales y orales– debido a que estas no concordaban con su manera de pensar, ya que él creía que el inconsciente humano era producto del inconsciente colectivo y no de un trastorno sexual del individuo.
Para ponerlo todo más fácil: Jung descubre analogías entre el contenido inconsciente de un europeo moderno y ciertas manifestaciones de la mitología primitiva. Por ejemplo, tanto la Venus de Milo como la Venus de Willendorf son manifestaciones relacionables, en cuanto a esencia, que se encontraron en épocas y lugares distintos de la historia. Para explicar esto, Jung introdujo el concepto de arquetipo.
Un arquetipo es una energía que posee ciertas características que influyen en el inconsciente de todos los individuos, sin importar si éstos se encuentran situados en Francia o en lo más profundo de la selva amazónica. Para Jung, literalmente, un arquetipo “es energía inconsciente sin forma, que adquiere formas y cualidades diversas al volverse consciente”.
Adivinen, entonces, ¿qué tienen en común el comercial del Dr. superhéroe –también llamado “Pancho”– de Farmacias Saas, La Ilíada, Elvis Presley y Batman? Probablemente que todos siguen la línea de lo que Jung llamó el arquetipo del héroe.
El arquetipo del héroe es una energía inconsciente que se vuelve consciente en forma de símbolos. Para algunos, Britney es una heroína y, para otros, es la forma tangible del arquetipo de la villana. En el caso de la sociedad actual, a falta de mitos heroicos, surgen asociaciones inconscientes cargadas de símbolos y manifestaciones arquetipales que suplen una fantasía que ha permanecido constante en la historia del pensamiento humano: el héroe, la mujer sensual, la madre, entre otros.
En la actualidad no hay un Cantar del Mío Cid ni un Homero que cante los versos de La Ilíada. Hoy tenemos a Homero Simpson, a Paris Hilton, a Simon Cowell, a Bill Gates y… mejor paremos de contar. Pero eso no es para nada negativo, en realidad es algo completamente normal; las formas que adquieren los arquetipos cambian a través del tiempo: la energía es lo que permanece.
En esta línea de lo que es “universal y eterno” está lo que me ayudó a responder la pregunta sobre el número tres: el arquetipo de la tríada.
Lo triádico se repite en todas las culturas. De hecho, es increíble ver cómo tanto para la filosofía oriental vedanta como para la filosofía occidental de los Inca el número tres guardaba un concepto más o menos similar: 1, 2, 3… 1, 2, 3… 1, 2, 3.
El tres –3– representa armonía o disparidad y, a diferencia del dos –2–, se encuentra equilibrado por un tercer aspecto. En él se inicia la multiplicidad por ser el primer número que posee, a la vez, polaridad y un punto medio que sintetiza o disgrega a los dos extremos opuestos.
Es necesaria la existencia de un tercero que garantice el equilibrio entre dos aspectos opuestos, o complementarios. Por esto es que, inconscientemente o no, el hombre generalmente lo divide todo en tres. El tres es el primer número impar, después de la unidad, que permite seccionar sin dejar extremos opuestos inconexos entre sí. Siempre debe existir el mediador, ya sea para disgregar o para unir, porque una díada –el arquetipo del dos– constituye una relación demasiado frágil.
Quizás por esto la política venezolana se ha vuelto cada vez más complicada; quizás por esto es que muchas parejas buscan un plan “b” en su cotidianidad; quizás por esto es que los jueces del Latinamerican Idol son tres… “Quizás, quizás, quizás” .
¿Es posible encontrar a Hegel, a Jung, a Freud, a Nietzsche, a Nisbet, a May, a Campbell y a Platón en una pizarra acrílica? Es viable solo en la onda del realismo realmente mágico. Por supuesto, ni pensé todo eso en los cinco minutos que me sumergí en la pizarra acrílica, ni el tres es mi filosofía de vida. Pero lo cierto es que ese número tiene algo muy místico que va más allá de los misterios de la Santísima Trinidad o de la edad de Cristo. Para mí, los números son energía y de ella estamos compuestos todos. En este sentido, la energía triádica permanece y trasciende porque, como dicen por ahí, “ni se crea ni se destruye… solo se transforma”.
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