El pasado sábado 28 de febrero asistí al toque de la banda Viniloversus en El Teatro, local nocturno ampliamente conocido por la fauna roquera de nuestra capital. Ya eran las diez y seguía en mi casa, pero decidí arreglarme con calma, porque sabía que terminarían tocando a la medianoche. Busqué a Verónica, eterna fanática del grupo, y aterrizamos en la entrada del local a las 11:30 PM.
La gente que hacia la fila para entrar al lugar era variopinta, pero en general, todos eran especímenes muy bien arreglados. Pagamos el cover y entramos. Dimos el respectivo tour y decidimos quedarnos en el pasillo que divide los dos ambientes del recinto. Era imposible acercarse a la tarima. Nunca había visto este local tan saturado. De repente, la música del dj se apagó y cuatro baquetazos dieron inicio al tan esperado espectáculo. No miento si digo que apenas vi un pedazo de lo que creo era la cabeza del guitarrista. La gente estaba compactada en bloques impenetrables, y nos conformamos con escuchar desde afuera el repertorio que nos tenía preparado Viniloversus.
La banda sonó excelente, en especial la voz, que rara vez se entiende de forma clara en espacios tan abarrotados. Los riffs de guitarra hicieron saltar a todo el mundo, mientras muchos coreaban al unísono la mayoría de las canciones. Yo estaba impresionada, porque aunque sé que estos chicos tienen algunas canciones rotando en las emisoras nacionales, nunca imaginé que tuvieran una fanaticada tan grande. Canción tras canción, el público siguió allí, apretado, adheridos entre sí, inmóviles ante un show sencillo pero impecable.
Cincuenta minutos más tarde, los chicos se despidieron de una audiencia que quedó complacida y exhausta. Los músicos no habían terminado de bajarse del escenario cuando el bloque impenetrable de fanáticos que me impidió ver el concierto, decidió ir organizadamente hacia la salida. El local, antes repleto de jóvenes, quedó despejado, así que me acerqué al backstage con Verónica para saludarlos y felicitarlos.
Los chicos, inmersos en sudor y visiblemente cansados, reposaban en algunas sillas, intercambiando palabras, saludando conocidos, escribiendo mensajitos de texto. Me despedí de ellos y me fui. Entré al carro. Prendí la radio. Sonaba Viniloversus. Indiscutiblemente fue su noche.
Publicado por: Daltónica
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