Sonará el despertador a las 5:30 de la mañana y será la hora para que los caraqueños salgan a trabajar. Más tarde, lidiaran para soportar una agobiante jornada que hace las horas interminables para volver a casa. De cualquier manera, ya sea para cumplir sus tareas o para volver al “dulce hogar”, deben atravesar un conflictivo espacio, un hábitat en donde confluyen miles de semejantes con destinos similares, un lugar cotidiano pero que cada día sorprende con inimaginables acontecimientos. Son un sin fin de interacciones que afectan indudablemente la conducta, las emociones y el modus vivendi del individuo. John Huston en su película de los años 50 denominó a ese sitio “la jungla de asfalto”, otros la conocen como “calle”.
Al hacer referencia a esta zona de confluencia, surge una pregunta contundente y enfocada en el entorno cercano ¿Qué diferencias puede tener “la calle” de Caracas, con respecto a las demás, que la hace particular y difícil de soportar para sus habitantes?
Diferentes maneras encuentra un caraqueño para desenvolverse por su jungla de asfalto, hay quienes prefieren utilizar la lata con cuatro ruedas, algunas más modernas, otras sin aire acondicionado, pero todas destinadas a sufrir ante el enemigo número uno de los apresurados: el tráfico. Miles de vehículos se juntan para formar largas filas en las redes viales de la ciudad, y es allí, entre emisoras radiales y músicas variadas, donde el individuo se enfrenta a numerosos conflictos: motorizados por ambos lados que con suerte no les despojan de sus retrovisores, algunos “tratando de colearse”, otros “comiéndose la flecha”, alguno que choca, otro al que chocan, varios que gritan, muchos que se exaltan, a casi todos se les lee entre los labios “ya es muy tarde, qué mierda”. Sin mencionar otros caraqueños que optan por acercarse a las calles de diferente manera.
El metro de Caracas es otra opción para los habitantes de la ciudad. Desprovistos de cualquier tipo de protección de latón, los actores sociales deben enfrentarse directamente con sus semejantes que intentan, a cómo de lugar, tener un puesto en el próximo vagón; pero primero, deben hacer la cola para comprar el ticket, si no lo tienen. Luego, atravesar el cinturón giratorio que les permitirá entrar al mundo subterráneo de la ciudad. Lo más incómodo es tener que lidiar con roces y empujones; y al metro también se le daña - con frecuencia - el aire acondicionado. Sin contar las travesuras de aquellos sujetos dedicados a quitarles la cartera a los desprevenidos. Salir a la superficie, tampoco es buena idea. Al peatón lo rodea una acumulación excesiva de basura en las aceras, incontables puestos improvisados de venta, olores indeseables, aguas negras, indigentes en cada esquina y pare usted de contar.
También, se encuentran los caraqueños que prefieren utilizar el medio de transporte urbano por excelencia: metrobus/camioneticas. Pero la diferencia de cualquier sistema de autobuses del mundo y el de Caracas, es la desorganización de este último. Los buses y sus conductores son controlados por organizaciones particulares. A pesar de que el estado posee una línea propia, como normalmente ocurre en cualquier ciudad, no se da abasto para cubrir las diferentes rutas de transporte, las cuales terminan abarrotadas por los transportistas particulares. Allí, primero se debe alzar el brazo apuntando hacia el otro lado de la calle, esta seña será captada por el conductor de la “camionetica” que frenará de golpe para recoger a su próximo pasajero, si este cuenta con un poco de suerte encontrará un puesto vació para sentarse; de lo contrario, retará a la gravedad para no terminar en el suelo con cada repentina frenada. Una vez dentro del autobús, debe estar prevenido para gritar al chofer: “la parada”, con esta frase determinara el lugar en el que desea bajarse, empujará a quien se interponga en su camino y finalmente pagará los 90 céntimos de Bolívar fuerte por el servicio de transporte recibido.
Así pues, con cualquiera de las opciones escogidas el caraqueño llegará a su destino o simplementese devolverá. Al parecer, ninguna de las formas de transporte es la más acorde para que cualquiera llegue con los ánimos bien en altos. Sin embargo, tampoco se oyen quejas contundentes y el venezolano continúa viviendo en la precaria movilización de su ciudad, luchando cada mañana para sobrevivir.
Texto por Alejandro Sanjinés. Editado por: Ojo.
Al hacer referencia a esta zona de confluencia, surge una pregunta contundente y enfocada en el entorno cercano ¿Qué diferencias puede tener “la calle” de Caracas, con respecto a las demás, que la hace particular y difícil de soportar para sus habitantes?
Diferentes maneras encuentra un caraqueño para desenvolverse por su jungla de asfalto, hay quienes prefieren utilizar la lata con cuatro ruedas, algunas más modernas, otras sin aire acondicionado, pero todas destinadas a sufrir ante el enemigo número uno de los apresurados: el tráfico. Miles de vehículos se juntan para formar largas filas en las redes viales de la ciudad, y es allí, entre emisoras radiales y músicas variadas, donde el individuo se enfrenta a numerosos conflictos: motorizados por ambos lados que con suerte no les despojan de sus retrovisores, algunos “tratando de colearse”, otros “comiéndose la flecha”, alguno que choca, otro al que chocan, varios que gritan, muchos que se exaltan, a casi todos se les lee entre los labios “ya es muy tarde, qué mierda”. Sin mencionar otros caraqueños que optan por acercarse a las calles de diferente manera.
El metro de Caracas es otra opción para los habitantes de la ciudad. Desprovistos de cualquier tipo de protección de latón, los actores sociales deben enfrentarse directamente con sus semejantes que intentan, a cómo de lugar, tener un puesto en el próximo vagón; pero primero, deben hacer la cola para comprar el ticket, si no lo tienen. Luego, atravesar el cinturón giratorio que les permitirá entrar al mundo subterráneo de la ciudad. Lo más incómodo es tener que lidiar con roces y empujones; y al metro también se le daña - con frecuencia - el aire acondicionado. Sin contar las travesuras de aquellos sujetos dedicados a quitarles la cartera a los desprevenidos. Salir a la superficie, tampoco es buena idea. Al peatón lo rodea una acumulación excesiva de basura en las aceras, incontables puestos improvisados de venta, olores indeseables, aguas negras, indigentes en cada esquina y pare usted de contar.
También, se encuentran los caraqueños que prefieren utilizar el medio de transporte urbano por excelencia: metrobus/camioneticas. Pero la diferencia de cualquier sistema de autobuses del mundo y el de Caracas, es la desorganización de este último. Los buses y sus conductores son controlados por organizaciones particulares. A pesar de que el estado posee una línea propia, como normalmente ocurre en cualquier ciudad, no se da abasto para cubrir las diferentes rutas de transporte, las cuales terminan abarrotadas por los transportistas particulares. Allí, primero se debe alzar el brazo apuntando hacia el otro lado de la calle, esta seña será captada por el conductor de la “camionetica” que frenará de golpe para recoger a su próximo pasajero, si este cuenta con un poco de suerte encontrará un puesto vació para sentarse; de lo contrario, retará a la gravedad para no terminar en el suelo con cada repentina frenada. Una vez dentro del autobús, debe estar prevenido para gritar al chofer: “la parada”, con esta frase determinara el lugar en el que desea bajarse, empujará a quien se interponga en su camino y finalmente pagará los 90 céntimos de Bolívar fuerte por el servicio de transporte recibido.
Así pues, con cualquiera de las opciones escogidas el caraqueño llegará a su destino o simplementese devolverá. Al parecer, ninguna de las formas de transporte es la más acorde para que cualquiera llegue con los ánimos bien en altos. Sin embargo, tampoco se oyen quejas contundentes y el venezolano continúa viviendo en la precaria movilización de su ciudad, luchando cada mañana para sobrevivir.
Texto por Alejandro Sanjinés. Editado por: Ojo.
1 comentario:
hola, Ojo!
Aquí paseando la blogósfera
los hypnófonos
(los que cantan en sueños)
saludan a ustedes!
Yo soy Alejandro Terán
y soy diseñador de música
de Buenos Aires, pero adorador
de Caracas y de Venezuela toda
He estado varias veces allí
dirigiendo la Mariscal de Cuyo
para los Sinfónicos de Cerati
con Joan Manuel Serrat,
con Charly García,
con Pericos y algunos artistas más.
Aquí les mando un link
para mostrarles mi nueva orquesta
se llama Hypnofón, y nuestro primer
disco se llama El Futuro!
Espero que la disfruten!
www.myspace.com/hypnofon
planetateran.blogspot.com
Besos y abrazos!
Terán
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