Debo confesar que particularmente la música clásica no es mi fuerte, no soy ferviente conocedora de los grandes compositores, ni de las grandes piezas. Sin embargo, el domingo pasado descubrí que cuando tienes a la orquesta de frente y a dos grandes personalidades sudando música por los poros, no tienes opción: Te erizas de pie a cabeza.
El domingo 28 de junio a las 5 PM, la Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, dirigida por el talentoso Gustavo Dudamel, junto a la participación del violonchelista Yo-Yo Ma, ofreció un concierto a beneficio del Programa de Musicoterapia del Hospital Cardiológico Infantil Latinoamericano "Dr Gilberto Rodríguez Ochoa". Se llevó a cabo en la Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño.
El domingo 28 de junio a las 5 PM, la Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, dirigida por el talentoso Gustavo Dudamel, junto a la participación del violonchelista Yo-Yo Ma, ofreció un concierto a beneficio del Programa de Musicoterapia del Hospital Cardiológico Infantil Latinoamericano "Dr Gilberto Rodríguez Ochoa". Se llevó a cabo en la Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño.
Comenzó la función. Sentada en la cuarta fila, junto a mi familia, mi novio y amigos, veía como numerosos jóvenes caminaban al escenario vestidos de negro, con instrumento en mano. Me sorprendió la cantidad de talento joven presente: violinistas, violonchelistas, percusionistas, arpistas, trompetistas, flautistas, y pare de contar...
Salió Dudamel. La ovación fue algo impresionante. Pero lo fue aún más su humildad.
El programa comenzó con una pieza de Tchaikovsky: Francesca da Ramini, Op. 32; Obertura 1812, Op. 49. Sencillamente espectacular. La pasión que Dudamel transmitía a la orquesta y al público presente era más que perceptible. Después del intermedio -un juguito y algo para picar-, entramos nuevamente a la sala.
Esta vez había una silla en el centro, justo al lado del puesto del Director. Pocos minutos después de que la orquesta estaba ubicada, salió el parisino Yo-Yo Ma junto a su violonchelo. La pieza a seguir fue un Concierto de Dvorak para Violonchelo y Orquesta en Si Menor, Op. 104. Yo-Yo Ma cerraba los ojos, como dejándose llevar por la música que interpretaba la Orquesta, y tocaba el Violonchelo -sin partitura alguna-, como si tuviera un mapa mental de la pieza detrás de sus párpados.
Finalmente, tras las repetidas ovaciones a la Orquesta y a ambos artistas, y tras un entrar y salir de ambos, se escuchaba el retumbar de la sala debido al compás de las pisadas del público. Después de mi confusión, entendí que el público pedía "¡otra, otra!". Yo-Yo Ma tocó dos piezas más al estilo "solo", y con la última ovación de la noche culminó el concierto.
Diferente y extraordinaria. Sí. Con esas dos palabras describiría mi experiencia.
*Publicada por: Mariana Díaz - Reti-NiTa.
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